Orígen de la moda inconstante

A lo largo de la historia, en distintas partes del mundo, se fueron desarrollando diferentes estilos de vestir y adornarse que se mantuvieron estables durante largos períodos de tiempo. Una de las características básicas de la moda es la rapidez y el cambio pero no está muy claro qué rapidez, regularidad y alcance han de tener esos cambios para que definamos el fenómeno como “moda”.

“Si bien no hay acuerdo en la determinación del lugar donde se produjo esa gran conmoción indumentaria, sí lo hay en que la innovación se extendió a toda Europa Occidental entre 1340 y 1350. A partir de ese momento los cambios van a precipitarse, las variaciones de la apariencia serán más frecuentes, más extravagantes, más arbitrarias: hace su aparición un ritmo desconocido hasta el momento y formas ostensiblemente caprichosas, gratuitas, decorativas, que definen el proceso mismo de la moda. El cambio ya no es un fenómeno accidental, raro, fortuito, se ha convertido en una regla permanente de placer para la alta sociedad, lo fugaz funcionará como una de las estructuras constitutivas de la vida mundana.” (LIPOVETSKY, G. El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama, 1990. p. 31.)

Los investigadores estiman el origen histórico de la moda inconstante situándola en el Renacimiento, época en que los valores estéticos tomaron un nuevo impulso, al igual que el arte, la filosofía y la cultura.

“A la luz de los humanistas sabemos que a partir del siglo XIV se intensificó el sentido de la fugacidad terrestre; la pena por envejecer, la nostalgia de la juventud, la conciencia de la inminencia del fin cobraron una nueva importancia. No cabe duda de que esa nueva sensibilidad colectiva, que desde entonces acompañará indefinidamente los tiempos modernos, favorecerá la búsqueda acelerada de placer. ” (LIPOVETSKY, G. El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama, 1990. pp. 68-69.)

Por otro lado, el desarrollo económico y urbano del Renacimiento facilitó la aparición de una nueva clase social, la burguesía, que se enriquecería mediante el trabajo a diferencia de la ociosa aristocracia. Los conflictos existentes entre las clases sociales se reflejaron en la moda: La burguesía quiso mostrar su opulencia mediante la ostentación, imitando las maneras de ser y de parecer de la nobleza y ésta para diferenciarse comenzó a cambiar su apariencia con más frecuencia. De este doble movimiento de imitación y distinción surgió la mutabilidad de la moda, proceso que iría acelerándose con el paso de los siglos.

Varios historiadores consideran que la Revolución Industrial del siglo XIX constituyó el punto de partida de la moda tal como la conocemos hoy en día, en gran parte gracias al invento de la máquina de coser y la producción de los primeros patrones que cambiaron el sistema como nunca antes. Al desarrollarse los procesos creativos e industriales y como consecuencia de la aparición de las revistas ilustradas de moda de amplia distribución, el deseo de variedad en las personas se aceleró.

No menos importante es el surgimiento, a principios del siglo XX, de los modistos/diseñadores que empezaron a dictar los estilos de moda, otorgándose a sí mismos la libertad absoluta de crear. Así, la relación existente entre creador y cliente se transformó, generando un cambio drástico en términos de producción. La figura del diseñador se consolidó y poco a poco fue dando paso a marcas de Alta Moda fuertemente influyentes en la sociedad.

“…de una época en que la clienta coopera con la modista a partir de un modelo en definitiva totalmente fijo, se pasa a una época en que el atuendo es concebido, inventado por completo por el profesional, en función de su «inspiración» y de su gusto. En tanto que la mujer se ha convertido en una simple consumidora, aunque sea de lujo, el modisto, el artesano, se ha metamorfoseado en artista soberano.” (LIPOVETSKY, G. El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama, 1990. p. 103.)

Un dato importante para entender nuestra relación con el consumo y la moda actual es que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial y principalmente con el desarrollo de la Guerra Fría, Estados Unidos se erigió como icono de la democracia opuesto al modelo comunista de la Unión Soviética. El estilo de vida norteamericano (el “american way of life”) se expandió e influyó en la mentalidad del resto del mundo occidental. La nueva forma de vivir estimulaba el consumo de todo tipo de productos como reflejo de una sociedad próspera y feliz. Poseer cosas era sinónimo de éxito, y en la moda imperó la misma regla.

“Tras la Segunda Guerra Mundial, el deseo de moda se expandió con fuerza y se convirtió en un fenómeno general presente en todas las capas de la sociedad…El aumento del nivel de vida, la cultura del bienestar, del ocio y de la felicidad inmediata han animado la última etapa de la legitimación y democratización de las pasiones de la moda. Los signos efímeros y estéticos de la moda ya no aparecen entre las clases populares como un fenómeno inaccesible reservado a los otros, sino que se han convertido en una exigencia de masa, un decorado de la vida en una sociedad que sacraliza el cambio, el placer, las novedades. ” (LIPOVETSKY, G. El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama, 1990. pp. 128-129)

Gracias a los avances en la producción de prendas, la distribución, los grandes almacenes, las comunicaciones y la tecnología, entre otras mejoras, el consumo de moda y demás productos se incrementó en todas las clases sociales. Se instauró así la Sociedad de Consumo, un sistema que todavía hoy sigue vigente, y donde el estilo de vida occidental es la aspiración de la mayoría de los ciudadanos globales.

Sin embargo, éste desarrollo ha traído consigo un consumo mundial que no ha tenido en cuenta el impacto a largo plazo en los recursos y ecosistemas que deben soportar la demanda y adsorber los desechos. Se estima que en 2050 habrá 9.000 millones de personas sobre la Tierra. No es descabellado considerar que el planeta no podrá soportar más personas que aspiren a vivir un estilo de vida consumista…

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